¡Qué sueño tan extraño ha tenido Nati!
Soñó que volaba por una tierra extraña donde se veían muchos relojes. Los había de todo tamaño. Grandes, enormes, pequeños, chiquitos. Formaban montañas, valles y torres gigantes y el sonido del tic tac se escuchaba por todos lados.
Pero no iba sola. La acompañaba un pajarito de metal, que iba guiando su viaje.
Aquí puedes encontrar los relojes de cada uno. El tamaño tiene que ver con sus vidas. El tiempo puede ser largo para unos y corto para otros, le explicó el pajarito.
¡Pero todos deberíamos tener el mismo tiempo!, contestó Nati.
Hay relojes muy grandes, que no se pueden llevar o muy pequeños que casi no se ven nunca. Piensa que el tiempo no tiene que ver con los días y las noches sino que se relaciona con lo que haces. . Mira las plantas. No todas crecen al mismo tiempo. Unas dan flores, frutos, y otras hasta curan enfermedades.
Vamos a descansar un momento, sugirió el pajarito.
Encontraron un lugar alejado de la maquinaria y del ruido. Parecía imposible haberlo hallado.
¿Vienen muchos visitantes?, preguntó Nati.
A veces muchos, a veces pocos. Todo depende, respondió el pajarito.
¿De qué?, preguntó Nati confundida.
De cómo te sientas. Te puedes sentir molesta, triste, curiosa por saber. Entonces me aparezco y te traigo a esta tierra donde todos estos relojes marchan juntos aunque no se den cuenta. Cada uno anda muy ocupado por su tic tac y por no retrasarse. Algunos se adelantan pero el tiempo se acaba.
Creo que el tiempo de mi abuelita se está acabando. No se siente muy bien, pensó Nati.
¿Cuál es el reloj de mi abuelita? ¡Podría repararlo y buscar la forma de que nunca se detenga!, exclamó Nati.
Todos quieren lo mismo, pero no es posible, señaló el ave.
Soy muy buena dibujando. Podría reemplazar su reloj por uno creado por mí, respondió Nati casi de inmediato.
¿Sabes lo que puedes hacer Nati?, le preguntó el pajarito mirándola con ternura.
Dímelo por favor, le pidió Nati. Y sabe mi nombre, pensó.
Acompáñala. Hazla feliz, le dijo el pajarito que había leído sus pensamientos. El amor vence al tiempo. Dicen que el tiempo vence al amor pero no es cierto.
Nati estuvo recordando cada detalle del sueño toda la semana.
En la mañana del domingo fue a visitar a su abuela. La vio mirando por la ventana.
Hola Nati. ¿No te parece raro ese pajarito que se ve volando por allí?
La verdad es que el pajarito se parecía al de su sueño. Y entonces recordó.
Abuelita ¿recuerdas cuando eras pequeña?, preguntó pensativa Nati.
No mucho, pero me acuerdo que dibujaba muy bien, como tú. Ahora no puedo hacerlo porque me duelen las manos pero tú debes continuar haciéndolo. Hace tiempo que no me muestras tus dibujos.
Abuelita, ¿qué te gustaría que dibujara para ti?
Hmmmm. Déjame ver… puede ser un arcoíris. Hace tiempo que no veo uno.
Nati pensó que eso era difícil porque ya no estaba lloviendo y los arcoíris aparecen luego de la lluvia.
Pero eso no fue problema. El siguiente domingo llevó colores y se puso a pintar un arcoíris en la ventana de su abuela que quedó encantada con la idea y cómo había quedado.
¡Qué bonito arcoíris! ¡Es el más hermoso del mundo!, exclamó alegremente.
Te lo he pintado de muchos colores, para que sea uno distinto que nadie haya visto nunca. Solo para ti. He creado un color con tu nombre para que te acompañe todo el día, a toda hora y así me esperes los domingos con el corazón más feliz. Además nunca se irá porque siempre estará en tu ventana., contestó Nati muy contenta.
Cuando el tiempo de su abuela terminó, el corazón de Nati sintió que la había hecho feliz. El rostro de su abuela había cambiado y siempre la recibía con una sonrisa. Lo curioso fue que la abuela le hablaba de un pequeño pajarillo de metal que parecía observarla de lejos agitando sus alas con alegría, y que cada vez se acercaba más a su ventana.
Cuando pasó el tiempo y Nati casi llegó a la edad de su abuela, volvió a volar a la tierra de los relojes. Pero no sentía miedo, y estaba feliz de volver a ver a su amigo el pajarito de metal que volaba tan ligero como antes.
Hola querido amigo. No has cambiado y hasta vuelas más rápido, le dijo Nati.
Hola Nati, yo siempre he estado a tu lado aunque me viste cuando estabas con tu abuela. El tiempo es el mismo, lo que cambia es lo que lo rodea por eso me ves así Soy el tiempo.
Creo que veo mi reloj por allá y que todavía tiene tiempo para andar. ¿Puedo verlo, puedo verlo?, insistió Nati.
Bueno, pero solo de lejos, aceptó el pajarito.
Nati despertó y decidió empezar a dibujar ese escenario mágico. No quería olvidarse de todo aquello. Con sus colores y pinceles podría contar a todo el mundo cómo era aquel lugar. Y cuando los niños le preguntaran cómo podrían viajar a ese lugar y ver las torres y valles de relojes y ese pajarito increíble, les contaría, la historia de su abuela y de aquel sueño inolvidable. El dibujo seria como un mapa de ruta.
El pajarito los visitaría en sus sueños. Les diría que lo que sucede es que a veces están tan profundamente dormidos que no recuerdan, pero que todos visitamos aquel lugar.
Probablemente volverían para contarle sus sueños y poder imaginar relojes de todo tipo. Lo cierto es que existen historias de tiempos largos y cortos, y para vencer al tiempo empezó antes que nada a pintar un gran arcoíris en el gran ventanal que tenía en el patio de su casa.
Un día todo aquel que quiera saber de la tierra de relojes, empezará la jornada con el arcoíris de mil colores. Y así de la mano de Nati y su abuela seguirá la historia escrita en su mapa de ruta.
Si quieres sabes de tiempos y de relojes no te olvides de aquel pajarito que brilla bajo la lluvia o bajo el sol y la luna con su tic-tac inconfundible. Él sigue volando como guía hacia ese lugar donde se encontrarán el tiempo y tú.
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